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Yosmar Querales, venezolana en Antofagasta :“La certificación laboral me abrió nuevas oportunidades”

Yosmar Querales, venezolana en Antofagasta :“La certificación laboral me abrió nuevas oportunidades”

Tenía una acomodada vida de empresaria en Venezuela, pero las situaciones internas que afectan a su país la obligaron a migrar junto a su familia. A pesar de las dificultades, hoy, luego de un año de residir en Chile, ha logrado salir adelante y sigue cumpliendo sueños. 

¿Cómo llegaste a Chile?

Vivíamos en Valle de la Pascua, estado Guarico, uno de los 23 estados de Venezuela. El plan era migrar en avión, pero vendimos algunas cosas y cuando decidimos comprar los pasajes habían aumentado tres veces el valor inicial. 

¿Qué hacías en Venezuela?

Tuve una empresa de telecomunicaciones por más de 11 años (franquicia de Digitel, segundos en ventas en la región zona central de Venezuela).Mi esposo, José Rubén  Michelangelli tenía empresa de transporte que prestaba servicios a PDVSA, empresa petrolera de Venezuela. Ambos somos licenciados en contaduría pública.

¿Por qué eligieron Chile y especialmente Antofagasta?

No nos podiamos amarrar a nuestros bienes en Venezuela. Estudiamos, nos preparamos y le dije a mi esposo vámonos. Teníamos nuestro currículum y todos nuestros documentos apostillados par que fueran válidos en el extranjero. Así llegamos a Chile y Antofagasta, donde nos acogió la hermana de mi esposo. Vivimos dos meses en su casa con toda nuestra familia.

Tienen tres hijos. ¿Cómo ha sido su inclusión?

Tenemos un niño de cuatro años, que se llama igual que su papá, José Rubén, y dos gemelas de nueve años, Paola Estefanía y Karen Estefanía. Ellas estudian en el Liceo Artístico de Antofagasta. Una es violinista y la otra es flauta traversa. Cuando solicitamos el cupo nos preguntaron por qué nos interesaba ese colegio y les conté que ellas venían del sistema de orquesta sinfónica de Venezuela. Que se venían formando de los dos años de edad. La directora quiso tener contacto directo con ellas y para sorpresa de todos, las niñas tenían un nivel muy alto y, como cosas de Dios, el colegio las becó. Son las más pequeñas en edad y para mí son un motivo de orgullo, de aliento para seguir luchando.

¿Cómo se lograron independizar?

 Llegamos vendiendo postres (tortas y sandwich y ensaladas de fruta). Mi esposo cayó en depresión. Vender de manera ambulante y entrar al mercado en Chile cuesta mucho. De hecho mi esposo estuvo cesante por nueve meses, así que él se hizo cargo de la casa y las niñas, porque tampoco nos alcanzaba para contratar a alguien que las cuidara.

Yo me hice un nicho en un mall de Antofagasta, la gente me empezó a conocer y una persona me ofreció trabajar con ellos. Por supuesto, no desperdicié la oportunidad. Comencé como vendedora, lo que me daba la garantía de trabajar de manera formal. No recibía grandes ingresos, pero comprendía que era el camino a seguir para alcanzar mi meta de volver a ser empresaria e invertir en Chile.

¿Qué familia tienes en Venezuela?

Tenía mis padres, pero en diciembre del año pasado logramos traerlos por avión. Al mes de que llegaron mi esposo consiguió trabajo y ahora mi mamá nos ayuda con los niños.

En abril conseguirte tu certificación laboral, gracias a la alianza que existe entre OIM y la entidad certificadora del país “Chile Valora”, en el marco del Plan Regional de Respuesta Refugiados y Migrantes de Venezuela (RMRP). ¿Qué significa para ti?

Supieron de mí por el trabajo que estaba haciendo de vendedora y me ofrecieron esta oportunidad. Mi jefa siempre me dijo que si se me abrían nuevas oportunidades que me permitieran seguir creciendo, las tomara. Ahora, recibí la certificación y con ello una nueva oferta laboral mejor remunerada y con un horario laboral más flexible para compartir con mis familia. Estoy muy contenta porque tener este tipo de beneficios también da garantía a los empresarios que nos abren las puertas.